Colección: Artículos publicados | Publicación original: Medium | Imagen: Jorge Plaza Bárcena.

 

Situado en la parte más baja del valle de Caderechas, el antiguo pueblo de Tamayo vuelve a cobrar vida gracias a unos pocos moradores y a las nuevas iniciativas puestas en marcha. Advertidos por su noble caserío, merece la pena re-descubrir este lugar y hacer un recorrido por su «sorprendente» historia.

 


 

 

INDICE

 

1. Descripción del lugar

2. La villa de Tamayo

3. El castillo de Tamayo

4. El señorío de los Salazar

5. Las torres de Tamayo

6. Los hechos de marzo de 1848

El antiguo pueblo de Tamayo se localiza al Noroeste de la comarca de La Bureba (provincia de Burgos, España), a escasos 2 kilómetros de la villa de Oña, a la cual pertenece administrativamente.

Tras años de ruina y completo abandono, vuelve hoy a recobrar vida gracias al ánimo de algunos moradores, el establecimiento -en su entorno- de numerosas fincas de recreo y la aparición de ilusionantes iniciativas de tipo colectivo.

 

1. Descripción del lugar

 

Situado a los pies de una ladera montañosa, su caserío se orienta hacia el Este y se dispone -frente a la vega- sorteando la pronunciada pendiente del terreno. Los suelos son pobres y de poca profundidad, por lo que las construcciones se apoyan directamente sobre un lecho rocoso de tipo arenisco.

Esta misma circunstancia favoreció la excavación de pequeñas bodegas en la frágil y quebradiza roca, bien de manera independiente o bajo los propios edificios.

 

La villa de Tamayo formó parte de laCuadrilla de Caderechas(dentro de la pre-existente ‘Merindad de Bureba’), desde su formación a principios del siglo XVI hasta su definitiva disolución como demarcación territorial, en el segundo cuarto del siglo XIX.

 

Sorprende el tamaño y porte de sus nobles construcciones a base de buena sillería de roca del lugar (especialmente en: vanos, puertas, arcos y esquinales), así como los llamativos y señoriales aleros de madera que rematan las cubiertas de los edificios. La mayor parte de éstos se levantaron en el siglo XVIII y alcanzan, por norma, los 3 pisos de altura.

Entre todos ellos, sobresale la antigua iglesia parroquial de ‘San Miguel’, bello templo de factura tardo-gótica (s. XIV-XV) y capilla lateral renacentista (s. XVI). Aunque integrado completamente en el casco urbano del pueblo, la iglesia destaca del caserío circundante por los grandes volúmenes de su fábrica; hecho reseñable considerando la escasez de espacio disponible y lo accidentado del terreno.

 

Cabecera y capilla lateral de ‘San Miguel’ de Tamayo.

 

La parte inferior del pueblo se expande hacia la vega baja del río Oca, afluente éste del Ebro, en cuyo discurrir nos conduce mansamente a la localidad de Oña. Podría decirse, en cierta manera, que es el mismo río Oca quien separa físicamente Tamayo (en la margen izquierda) de la villa condal y de su -en otro tiempo- todopoderoso monasterio de ‘San Salvador’.

 

La primera noticia documental de la villa de Oña se obtiene en el año 934, a través de las fuentes musulmanas; momento en el que las tropas del califa Abderramán III protagonizaron una importante ‘razzia’ en territorio castellano que llegó a Oña, destruyendo su castillo y un (primitivo) monasterio.

 

El ‘Catastro del Marqués de la Ensenada’ de 1752 nos muestra una configuración urbana de la (entonces) villa de Tamayo, articulada entorno a dos barrios principales: ‘Bajero’ y ‘Encimero’, separados por la calle de ‘En medio’.

Se establecían también, a partir del núcleo principal, otros barrios periféricos llamados: de las ‘Peñas’, de la ‘Rueda’, de las ‘Torcas’, de las ‘Cuevas’, de las ‘Eras’ y de ‘Valderrama’.

 

Vista de Oña, desde el Castillo de Tamayo.

 

Aunque en la actualidad se encuentra integrada en la localidad vecina de Oña, como entidades independientes ambas poblaciones mantuvieron una intensa relación e influencia mutua a lo largo de la historia, que abarca todos los aspectos imaginables: económicos, demográficos, sociales, geográficos, políticos…

Esta profunda interrelación tuvo también una vertiente judicial, debido a la constante compra-venta de propiedades entre sus vecinos y las continuas disputas de los concejos por el amojonamiento y el uso de los recursos, tales como: parrales, dehesas o bosques.

 

2. La villa de Tamayo

 

El antiguo término de Tamayo tenía sus límites establecidos con las localidades de Cereceda (Norte), con Oña (Este), con Terminón (Sur) y con Cantabrana (Oeste). Disponía de poca extensión de terreno (menos de 45 hectáreas) y, salvo en la vega, éste era de naturaleza escabrosa.

Por ello, sus habitantes debieron de ocuparse en labores diferentes a las tradicionales de cultivar la tierra (cereal, fruta y viña) y cuidar el ganado (ovejas y cabras). La población nunca superó los 200 habitantes y la emigración fue una solución constante a lo largo del tiempo.

El término y apellido “Tamayo” se encuentra muy extendido por la geografía española e iberoamericana, siendo rememorado en lugares como: Casas de Tamayo (Villamalea, Albacete), Rincón de Tamayo (México), Tamayo (República Dominicana) o Partido de Tamayo (Cuba).

 

Fechada en el año 967, aparece la primera referencia en un diploma, por el cual Doña Eldora, al entrar de monja en el monasterio de ‘San Juan de Cillaperlata’, concede a dicho cenobio el lugar de ‘Sorroyo’, sito junto al lugar de ‘Tamayo’… (en dirección a Terminón).

 

Consecuencia de su situación geográfica, abundaron en la villa de Tamayo los vecinos dedicados al transporte de mercancías entre la meseta y los puertos del Cantábrico, siguiendo las vías que comunicaban el interior, a través de Briviesca y Poza de la Sal, camino de los “puertos de pesquería”, como: Laredo, Bilbao y Castrourdiales.

A mediados del s. XVIII el catastro del Marqués de la Ensenada recogía la existencia de 13 arrieros en la localidad de Tamayo, con 59 caballerías mayores (caballo y mulo) dedicadas a este oficio.

Su especial enclave, junto a los angostos pasos del ‘desfiladero del Oca’ y de la ‘Horadada’, favoreció la existencia de (al menos) una hospedería o venta en la localidad, la cual habría de servir de parada obligatoria para los que se disponían a emprender, o habían salvado ya con éxito, esta laboriosa tarea.

 

‘Casa del concejo’ de Tamayo, anexa a la iglesia.

 

Según la información que nos aporta el diccionario de Pascual Madoz, de mediados del siglo XIX, contaba entonces la villa con: 70 casas, 25 vecinos y 89 almas, una escuela de instrucción primaria, una iglesia parroquial (dedicada a ‘San Miguel’) y tres ermitas.

La ermita de la ‘Virgen de las Nieves’ se encuentra aún parcialmente en pie (dirección Norte, camino de la Sierra), mientras que las otras dos ermitas están hoy desaparecidas, bajo la advocación de ‘San Frutos’ (antiguo despoblado), una y otra, la de ‘San Sebastián’ (zona Sur, junto a un torreón).

A ellas habría que añadir otros equipamientos -aún visibles- como la fuente pública, el lavadero, el horno de pan, el cementerio, la ‘Casa del concejo’ y la ‘Casa rectoral’. Esta última se encuentra hoy en proceso de recuperación, por parte de la asociación “Unidos por Tamayo”.

 

3. El castillo de Tamayo

 

En la parte superior de la misma colina que acoge al caserío se disponen los restos del castillo, del cual existe la firme creencia que fue la primera construcción que se realizó en el lugar y que posteriormente dio origen al pueblo de Tamayo.

 

Una leyenda atribuye a Don Gómez, noble caballero de la corte del rey asturiano Alfonso II “el Casto” (760–842), que siendo anciano edificó junto al lugar de Oña su casa solar y torres. Ésta, como todas las historias populares, tiene mucho de folclore y poco (o nada) de fundamento histórico.

 

El enclave de Tamayo resultaba vital, desde un punto de vista estratégico, actuando como puerta, o posición avanzada de defensa, frente a la vasta e insegura llanura burebana que se abría hacia el mediodía. Es por ello que el castillo debió de formar parte de la línea defensiva del incipiente condado de Castilla (s. VIII-IX).

 

Emplazamiento del castillo de Tamayo.

 

Los restos del castillo están ubicados en una atalaya natural con un excelente dominio sobre el entorno. Presenta una planta trapezoidal, de unos 40 metros (en su lado más largo) por otros 20 metros de anchura, con una orientación Noroeste-Sureste. El lado Sur dispone de una forma circular para adaptarse al accidentado terreno.

La puerta del recinto se abrió necesariamente en el muro Oeste, por ser el único lado que resulta accesible desde el exterior. Los muros fueron levantados con mampostería, no desarrollando más de un metro de grosor.

 

4. El señorío de los Salazar

 

Según avanzaba la expansión del condado (y futuro reino) castellano hacia el Sur, buscando la protección de la línea del Duero (s. X) y de la cordillera central (s. XI), el enclave de Tamayo perdió su otrora protagonismo militar y, con él, su castillo cayó en un progresivo abandono.

En el tránsito de los siglos XII al XIII, el lugar debió de ser entregado a la familia de los ‘Salazar’ quienes reconstruyeron el castillo y crearon allí un ‘señorío’ o mayorazgo. Esta misma familia pasará -tiempo después- a ser conocidos como los “Señores de las Torres de Tamayo”.

 

Escudo del canónigo ‘Juan Díaz’, exterior de la iglesia.

 

El linaje de los «Salazar» se remonta a la Castella Vetula de la Alta Edad Media, territorio en la que rivalizaron con la importante familia de los «Velasco». El origen parte de la ‘casa’ y ‘solar’ que éstos disponían en la pequeña localidad merinesa homónima, de la cual esta estirpe familiar tomó el nombre.

Desde principios del siglo XVII, el “señorío de los Salazar” de Tamayo entró en una profunda decadencia, motivada por continuos pleitos sucesorios que incluían la ‘casa’ y ‘torres’, junto con heredades, casas, molinos y vasallos en el propio lugar (además de bienes en otras localidades cercanas). Se incluía también en el “señorío de Tamayo” la mitad de la iglesia del pueblo y una capilla anexa al templo donde se enterraba a la familia.

 

«…por su culpa y neglixencia havia dexado caer la casa de las torres de Tamaio … y perder otras así mismo y la renta dellas y dexado heriales y perdido muchas cantidades de parrales, viñas y huertas en el dicho lugar de Tamaio…»

 

5. Las torres de Tamayo

 

La construcción de las torres de los «Salazar» en Tamayo se inició a finales del siglo XIV y no finalizó hasta 1423, fecha ésta en que el ‘monasterio de Oña‘ denunció ante el rey (Juan II) la obra que allí había edificado María Alonso de Tamayo y su heredero, Gonzalo García de Salazar.

 

Lienzo, aún en pie, de las torres de Tamayo.

 

El ‘monasterio de Oña’ reclamaba para sí la propiedad del pueblo de Tamayo y denunciaba el levantamiento en el lugar de una construcción (militar) de nueva planta que rivalizaba en enjundia con la del propio monasterio.

Por su parte, María Alonso esgrimía que el pueblo de Tamayo se regía desde siempre como ‘behetría’ y que la obra era una ampliación (residencial) de la ‘torre’ pre-existente en el lugar.

 

La ‘behetría’ -como explicaba el rey sabio en “Las Siete Partidas”- era una condición jurídica medieval por la cual un pueblo elegía libremente como señor (feudal) a quien sus vecinos considerasen que: «mejor le faga».

 

La ‘Real Audiencia y Chancillería de Valladolid’ dio la razón en el contencioso a la familia «Salazar», por lo que no hubieron de derribar éstos lo ya construido (como así pedía el monasterio), pero les prohibió -no obstante- seguir ampliando su ‘casa’ en el lugar.

 

Vista interior del muro, en el castillo de Tamayo.

 

Los restos aún conservados nos indican que, la construcción levantada por los “Salazar” (a finales del s. XIV y principios del s. XV), disponía de una entrada al Norte del recinto, defendida por dos saeteras dirigidas hacia ella, en un muro de 8 metros de largo y 1,5 metros de alto; haciendo esquina con otro muro de 5 metros de longitud.

Lo más completo que nos ha llegado hasta la actualidad es un lienzo de muro de la cara Oeste de entre 8 y 11 metros de altura (dependiendo de la perspectiva desde la que se observe) y de 9 metros de largo. En él se aprecia una ventana completa y los restos de otras dos, que pertenecían a una de las “controvertidas” torres del complejo

.

Planta del castillo de Tamayo (imagen: Cadiñanos Bardeci, I.)

 

Se distinguen varios trozos más de muro (a base de cal y canto) diseminados a lo largo de todo el perímetro. Existe también un pozo oculto por la maleza en el interior del recinto, cerca de la entrada. Las medidas de todo el conjunto son bastante amplias, lo cual configura un área total de casi 800 metros cuadrados.

 

«…el qual edificio muestra su mucha calidad, en ellas ay dos salones y los quartones del maderaje de una parte y uno y otro quarton una tarjeta con trece estrellas y con las mismas divisas está toda la iglesia de Tamayo en lo alto de la bóveda y claves…»

 

6. Los hechos de marzo de 1848

 

El ‘Diccionario de Madoz’ (Tomo XIV, páginas 585–586) recoge el testimonio -aún fresco- del insólito fenómeno natural que se produjo en la villa de Tamayo en el mes de marzo de 1848. Éste era expresado, por los redactores encargados del trabajo estadístico, de la siguiente manera:

 

«En los días 19 y 20 de marzo de 1848, que fueron de terror y espanto para los vecinos de esta población, ocurrió un horroroso fenómeno que pudo haberla hecho desaparecer de la faz de la tierra; dejaremos aquí consignado este acontecimiento de terrible recuerdo, para admiración de la posteridad.

Un arriero que salía de la población principió a sentir que la tierra se conmovía a sus pies, y asustado retrocedió como pudo a ella, donde contó lo que ocurría. No tardaron las gentes en convencerse de la certeza de cuanto el arriero les contaba.

Las piedras se sacudían unas con otras; la tierra ostensiblemente se avanzaba hacia el lugar; el viñedo y árboles frutales que allí había desaparecieron, convirtiéndose aquel sitio ameno en peñasco árido y escabroso, las lomas y colinas en llanos, los llanos en terrenos desiguales y elevados… [continua]

 

Ilustración de la iglesia de ‘San Miguel’ de Tamayo.

 

[prosigue] …Ninguno conoce sus heredades, por haberse borrado las señales de sus respectivos linderos. Uno busca su heredad del trigo en punto donde a su parecer debía estar, y la encuentra sembrada de patatas, y así lo demás; de suerte que nadie absolutamente conoce sus propias fincas.

Lo mas particular que ofrece este fenómeno es su larga duración, sintiéndose por 2 días continuos, aunque con mas o menos violencia.

El cielo se cubrió como de polvo por aquella parte donde tuvo lugar esta catástrofe, que afortunadamente no llegó en el pueblo de Tamayo mas que a una casa que derribó; a pesar de su proximidad a Oña, nada percibieron ni sufrieron estos habitantes hasta la relación de los de Tamayo.»

 

Fuese como fuere la magnitud real del fenómeno, en ningún caso supuso el fin del pueblo de Tamayo, tal y como se le conocía hasta ese momento. El declive y (cuasi) definitivo abandono de la localidad se debió a un cúmulo de factores más mundanos y recientes, algunos de ellos -desgraciadamente- comunes a muchos otros lugares del entorno.

Entre estos motivos podemos hallar el progresivo éxodo rural del campo a la ciudad y la cercanía de la villa de Oña, quienes ofrecían muchas más comodidades y oportunidades para sus residentes.

Por otro lado, encontramos también como posibles causas el aislamiento que sufrió la localidad tras la construcción de la carretera general (N-232) y el cierre de la línea de ferrocarril ‘Santander-Mediterráneo’.

 


 

 

Texto y fotografías:

 

Jorge Plaza Bárcena

 

Enlace de interés:

 

Álbum fotográfico >> https://flic.kr/s/aHsmkxcvrh

 

Fuentes:

 

“Catastro del Marqués de la Ensenada (1750–1754)”, de Somodevilla y Bengoechea, Zenón (consulta: Portal de Archivos Españoles – MCyD).

“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845–1850)”, Madoz, Pascual (consulta: Biblioteca Digital de Castilla y León).

“Arquitectura fortificada en la provincia de Burgos”, Cadiñanos Bardeci, Inocencio (1987).

“Catalogo de fortificaciones medievales de la Bureba”, Cuesta Juarrero, Ricardo (2005).

 

Otras fuentes:

 

“Castillos del Olvido” (Blog: https://castillosdelolvido.com).

“Tamayo y su origen” (Web: www.tamayo.info).

“Asociación de Estudios Onienses” (Web: www.onienses.com).

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